Los intereses políticos y económicos -más que nada- continúan ejerciendo una influencia directa, sin titubeos ni medias tintas, sobre la actividad deportiva, castigando a miles de atletas con total independencia de los hechos que casi siempre generan contradicciones irreconciliables entre los dirigentes. visiones contrapuestas.

Los castigos que históricamente han sufrido los atletas en muchos países por razones puramente políticas son algunos de los errores más atroces que se han perpetrado.

No es justo que deportistas rusos o estadounidenses, por citar sólo dos ejemplos, no puedan competir en unos Juegos Olímpicos tras años de entrenamiento sobre el terreno por enfrentamientos extradeportivos entre los líderes políticos de ambas naciones.

El deporte no pretende explotar intereses ajenos a esta actividad, aunque lamentablemente las organizaciones y líderes que lo gestionan se han convertido en auténticos títeres de intereses políticos.

Si observamos cómo se comporta el mundo en sentido geopolítico, será muy difícil ver un cambio en esta insólita realidad que afecta y afecta más a los deportistas.
No hay más que recordar la tristeza que vivieron muchos atletas en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín (Alemania), a los que Adolf Hitler le dio una connotación puramente política, con todo el descaro del mundo.

Los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 fueron utilizados para llevar a cabo actos de terrorismo, mientras que los juegos de Moscú de 1980 y Los Ángeles de 1984 fueron los mejores ejemplos de boicot, en los que tanto Estados Unidos como Rusia emplearon todas sus fuerzas. Daño.


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